lunes, 24 de febrero de 2014

El Trompillo - Güigüe, Edo. Carabobo / Venezuela : El Trompilllo Puerta de Entrada a La Nueva Patria en Venezuela.

DE EUROPA A VENEZUELA.

Sección : Güigüe Venezuela.

Por Carlos Stohr

Memoria personal de Carlos Stohr  relacionado con su llegada a Venezuela como inmigrante en 1947 (1) a los 16 años de edad. nació en Praga en 1931.

Las vivencias, impresiones y apreciaciones drtantre los primeros dos meses en el país. No dispongo de apuntes de la época y solamente dispongo del banco de datos de mi memoria, por ende pueda que existan confusiones cronológicas involuntarias después de 60 años.


  1. Barco General S. D. Sturgis (AP-137) fue un barco de transporte de la clase General G. O. Squier nombrado en honor al General Sanuel Davis Sturgis.  Durante la II Guerra Mundial se construyeron 30 de estos barcos designado con las iniciales AP y asignados en 1946 al United States Army Transport (USAT).


El barco “General Sturgis”  llegó a puerto cabello el día 12 de diciembre de 1947 cerca de las 5pm. Era gemelo del “general Stewar” ambos buques cumplían misiones de trasporte de soldados durante la segunda guerra mundial bajo la bandera estadounidense. Las instalaciones y el equipamiento tanto en comida, la recreación como el alojamiento revelaban la presencia americana. Recuerdo películas como “ Nigth and day” creo que era Doris Day quien cantaba la canción. Otras películas y canciones como “ Do you somethimes to me” posiblemente fue James Froman quien la interpretaba, y recuerdo también a Bing Crosby. Habìa que presentar los tickets para ser perforados para la comida en cada ocasión. El personal que repartía chocolates y manzanas era complaciente con los niños. Decían que comer manzana era bueno para después de un mareo en altamar, así mismo no era raro obtener una segunda ración de comida.
 Pasamos la siguiente noche todavía a bordo del mismo barco, las luces nocturnas de la ciudad y el calorcito existente, motivó el agrado entre los recién llegados, puesto que ellos vinieron a encontrar una nueva patria. Amanecía y atardecía a las 6 am y 6pm respectivamente en cambio en la Alemania que dejamos atrás ocurría lo mismo pero a las 3am y 9pm respectivamente y el proceso de cambio del día y la noche es más lento en Europa. Además las marcas de nivel de agua en el muro del muelle no reflejaban mucha diferencia entra las mareas altas y las bajas. Las constelaciones conocidas se encontraban con facilidad en la bóveda celeste. Más u posición era distinta y la luna también estaba más tumbada en ángulo.
Los transporte y la reubicación de los refugiados era organizado en principio por la UNRRA organización que luego se convirtió en la Internactional Refuge Organization (IRO). Ambas operan en escala mundial. Salimos de Alemania donde existían varios campamentos para reclutar a las familias y personas ahora apátridas “displaced persons” . Eran personas pues oriundas de los países europeos orientales huyendo del sistema comunista ruso. En Baviera conocí dos campamentos Ansbach y el Amberg, de ahí fuimos trasladados en ferrocarriles a Deiepholz, un viejo aeropuerto situado entre Oldenburg y Osnabrück. Esta misma fue la concenración final antes de ser embarcados en Bremerhafen el 29 de noviembre con destino a Puerto Cabello – Venezuela. Durante estos últimos días en Alemania pasamos mucho frìo, había neblina densa, lloviznas y con vientos fuertes.
Los barcos Strudis y General Swteart hicieron entre los dos tres viajes a Venezuela llegando en julio , septiembre y diciembre de 1947. Nosotros los cuatro Stohr  llegamos en el segundo viaje en diciembre de 1947. Legamos el 13 de diciembre ya se observaba gran movimiento en el muelle, paralelo a el muelle estaban unas edificaciones grises que parecían depósitos, oficinas y almacenes. En el lado Oeste se encontraba el hoy desaparecido hotel “ Los baños” tenía una fachada al estilo árabe. Me llamaba la atención un hombre que paseaba por el muelle con un cochino negro amarrado. Muchas personas se ambulaban al barco su vestimenta parecía ser del personal del puerto. El mismo 13 de diciembre a las 8 am, comenzó el desembarque lo hicimos por una escalerita lateral hacia el muelle, abajo se encontraba la Guardia Nacional chequeando el nombre de los recién llegados con la visa colectiva que fue expedida en Alemania para legalizar este viaje. Se notaba claramente la satisfacción de los inmigrantes al salir de Europa, salir de aquél lugar a como diera y cerrar ese capitulo y comenzar uno nuevo con libertad y nuevas esperanzas.
En estos tres transportes antes referidos venían personas o familias refugiadas o desterradas de los países orientales de Europa, a saber: rusos, polacos, estonianos, letones, lituanos, checos, húngaros, búlgaros y yugoslavos. No había alemanes, tampoco italianos, españoles, franceses, ni portugueses, mucho menos finlandeses, suecos, daneses, holandeses, noruegos o ingleses. Nosotros los refugiados que veníamos en este barco teníamos el idioma alemán como idioma común; también se hablaba una especie de un dialecto eslavo, una mezcla de idiomas eslavos, que tienen de por sí raíces comunes.
EL TRASLADO DE PUERTO CABELLO A EL TROMPILLO EL 13 DE DICIEMBRE DE 1947
Salimos por turno a partir de las 8 am rumbo a El Trompillo en unos autobuses Ford o Chevrolet de reciente fabricación. Más tarde me percaté, que solamente el chassis era importado de Estados Unidos, mas, la confección de la carrocería de madera sin vidrios en las ventanas, se construían en Venezuela. Los buses lucían muchos colores y podían llevar equipaje en el techo. Aparentemente pertenecían al servicio de una línea de la región; nos cruzamos con buses de pintas similares. Era impresionante la velocidad que desarrollaban estos choferes por esta carretera estrecha de Puerto Cabello a Valencia; tal vez influyó también el factor relativo de la impresión de estrechez por la tupida y alta vegetación, por los cortes de taludes verticales en roca y los cerros laterales con pendientes fuertes, condición que solamente observábamos en Alemania en la región de Los Alpes, sitio poco conocido por los refugiados.
Las estaciones de servicio para comprar la gasolina eran manipuladas con una manilla, lo cual se tomaba su tiempo. Único precio de la gasolina era Bs. 0,10 y no existía el aceite de motor multigrado. Tampoco se usaban los cauchos sin tripa, pero por motivo de cierta escasez de estos, los choferes zapateaban, parapeteaban y atornillaban los cauchos grades. Los más pequeños se reencauchaban.
Para salir de Puerto Cabello se pasaba por calles angostas con circulación en un sentido, las casa todas muy similares en cuanto a fachadas, ventanas y dinteles decorados. No observé la existencia de garajes para vehículos. Aparentemente no era una zona para comercios.
Al comenzar la subida (¿El Cambur?) aparece otra vegetación, más densa, más alta y una temperatura más fresca. La carretera era muy sinuosa, angosta y un tránsito en ambos sentidos .
Yo tuve la suerte de estar sentado junto a la ventana del bus y me fue posible percibir al máximo las escenas al entrar a la ciudad de Valencia, me percaté de la presencia de un concepto muy distinto de construcción a lo que conocimos en la Europa checa o alemana. Las casa con cornisas, techos altos, tejas y fachadas tenían adornos; no era lisas – y como era diciembre, me explicaron después, que en muchas casas reparaban y pintaban. Se notaban rieles en las calzadas, aparentemente la presencia de trenes o tranvías. Había calles empedradas, cables, muchos cables enlazaban cada poste de electricidad. Relativamente poca gente caminando por el sol radiante, pocas bicicletas y motos. Muchos carros viejos de los tiempos de antes de la Segunda Guerra Mundial.
El bus se paró en el mercado público. Vaya experiencia nueva e interesante. Mucha, mucha gente, carretas a tracción humana o por animales con sus respectivas placas. Los hombres vestían de blanco, camisas manga larga, sobrero sencillo, alpargatas y hebilla vistosa. Las mujeres tenían la falda larga, por debajo de la rodilla, con mucho colorido. Me llamaba mucho la atención la gran cantidad y variedad de frutas y legumbres. La gente llevaba la compra en bolsas, morrales de tela o unas bolsas largas de papel color ocre. Era un panorama muy distinto al conocido en el viejo mundo en nuestra región. No sé por qué razón me llamó potentemente la atención la venta del queso concha negra en cubos 30x30x30 aproximadamente. También se avistaban quincallas con muchos objetos guindando en las puertas. Más tarde me explicaron y pude verificarlo personalmente, que en los tambores grandes vendían el keronsen. En los barriles o latas grandes había manteca, aceite y granos, entre otros. Se conseguía mantequilla enlatada danesa marca Bruun, -y pare de contar. A estos mercados públicos oba todo el mundo, ricos, pobres, blancos, negros, de todo, pues. Para la época no había abastos, automercados, centros comerciales, bodegones o similares.
Al salir de Valencia para Güigüe, las carreteras eran de tierra; mucho polvo y las escenas cambiaron al entrar a campo abierto. Las casas de bahareque sencillas con una puerta, a veces una ventana, techo de zinc, matas, muchas matas a su alrededor y una marcada presencia de animales de corral. No se avistaban tantas matas de coco como a la salida de Puerto Cabello. Al llegar a Güigüe, sin duda nos encontramos en un pueblo típico de la Zona Central del país. La gente vestía con sencillez, muchos venían al pueblo en bestias que amarraban luego frente a una casa o comercio. Otros tenían carretas o carretillas para movilizar sus productos al pasar las calles de Güigüe. Estuvimos prácticamente en El Trompillo.


EL TROMPILLO
El Trompillo era un campamento para albergar a los inmigrantes por un corto tiempo antes que se dispersaran para hacer vida por su cuenta. Era un sitio amplio, sin calles internas, plano, con unas barracas construidas con planchas de hierro galvanizado corrugado tipo ARMCO . El Trompillo era una hacienda de café, aparentemente antes propiedad del General Juan Vicente Gómez. Había una casona grande amarilla, aparte un techo largo abierto para usos múltiples, un patio enorme y un funicular que no estaba operativo. La vida de los recién llegados se desarrolló debajo de árboles enormes que daban sombra a prácticamente toda la instalación. Las barracas no tenían sillas ni mesas, así que las fabricábamos nosotros mismos en forma rudimentaria. Cabían hasta ocho personas en cada barraca, de resto se guardaban las pertenencias en los baúles, maletas y cajas del viaje. Por cierto, este equipaje del viaje llegaría aparte en unos camiones. Fueron depositados en un recinto muy grande sin orden y que generó dificultades al momento de ubicar las pertenencias, pero finalmente se recibió todo.

Casona_Gomera_El Trompillo, Actualmente.


Pronto presenciamos un torrencial aguacero de poca duración pero muy fuerte. De noche había cocuyos y plagas. En lo árboles del campamento anidaban muchas especies de pájaros; había iguanas entre otros animales existentes en las zonas tropicales poco pobladas pero con buena vegetación. El agua era dura, porque no hacía espuma. Me explicaron que era tratada químicamente, tal vez con un proceso similar al que usaban los militares de USA durante la guerra; unas pastillas que convertían el agua en potable. Las pocetas o letrinas eran dos huellas grandes para poner los pies y un hueco en el medio al pozo. Los baños eran comunitarios y en buen estado, bien mantenidos y funcionando. El europeo tuvo que acostumbrarse a tomar dos baños diariamente, tal vez hasta dos por día; cosa desconocida en las regiones de clima frío. También había más de uno que prontamente se acostumbró a la típica siesta; yo soy uno de esos. Los suiches, grifería, pocetas, entre otros artefactos, tenían forma diferente a la que conocíamos en Europa. No todo el campamento disponía de corriente eléctrica. Los aparatos eléctricos traídos de Europa no funcionaban aquí, ya que en Venezuela el ciclaje era 50, en cambio en Europa=60 ciclos. El ajuste se consolidó solamente dos décadas más tarde, cuando la compañía Cafreca fue contratada para tal fin. No debo pasar por alto, que los enchufes europeos tienen clavijas redondas, en cambio los americanos son planos. Creo recordar también que se presentaran algunos inconvenientes con el voltaje, el local era 110v para usos caseros, en cambio en lo europeo mandaban 220v. No recuerdo que las barracas hayan tenido luz eléctrica a disposición.
El comedor era amplio y limpio. Los utensilios eran todos de acero inoxidable, nada de peltre. La comida se vigilaba y controlaba por una entidad oficial. Fue sin duda el primer contacto con la lechoza, el mango, el cambur maduro color verde, el limón criollo color verde, el aguacate, el queso blanco duro para rallar, la dulcería criolla, en fin, aunque los ingredientes principales en los platos servidos eran los mismos, la confección y preparación lugareña le daba otro sabor. Más adelante conocimos la arepa, el casabe, las hallacas, la caraota negra y la carne mechada; y como el tema es muy amplio, paremos de contar. En el campamento se le asignaban ciertos oficios de mantenimiento a los adultos, especialmente en el área de alimentación.
El servicio de identificación se presentó para asignarles a los inmigrantes su respectiva cédula de identidad Extranjero, con condición ya de residente. Por ejemplo, mi padre Franz J. Stohr fue dotado con identificación provisional en forma de carnet blanco el 20.12.47, con el N° 68.123; que luego lo cambiaron por el libretico con tapa de cuero y con la foto respectiva; finalmente se lo quitaron cuando hizo la solicitud de nacionalización. De hecho, la gran mayoría de los inmigrantes solicitaron la ciudadanía venezolana tan pronto se estabilizó su vida con trabajo y vivienda. Yo me nacionalicé en 1953 y poseo una cédula de identidad venezolana debajo del millón.
Malariolagía, la dependencia del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social (MSAS) estaba en plena campaña con el DOT, y como es natural, se ocupaba también de las vacunas y exámenes básicos de los inmigrantes. Con el examen médico de rutina había una prueba de tuberculosis y rayos X. No nos dieron esa libreta amarilla sino como constancia un papel rosado. Esto incluía la vacuna de la fiebre amarilla. Recuerdo también con claridad la llegada de una camioneta Chevrolet 1946 (?) verde oscura con parafangos negros, tipo panel, con techo de metal, pero sin paredes laterales. Parece que fue alguna entidad oficial que repartía folletos, libros y volantes; o tal vez era una unidad del Ministerio de Educación para enseñar el idioma. En mi calidad de experto en automóviles confieso, que nunca más volví a ver ese tipo de carrocería que evidentemente vino a Venezuela procedente de los Estados Unidos en forma original de fábrica. Había también una oficina especial que atendía a las personas que vinieron a solicitaron información con el fin de dar empleo a los recién llegados. Como muchas veces se trataba de directores, gerentes o propietarios de empresas importantes, no dejaron de desfilar automóviles lujosos nuevos. Eran toda una atracción y despertaban el interés de muchos curiosos.
Cada persona llegada recibía del Estado venezolano Bs. 33, o sea el equivalente de $10 para iniciarse como ciudadano libre en el país que escogió como su nuevo lar.
Durante los fines de semana hubo actividades musicales en la casa principal, y creo que era para la fiesta de fin del año cuando llegó una orquesta. Me llamó la atención, que al tocar el bolero “Humo en los ojos”, las parejitas bailaban muy pegaditas, moviéndose apenas sobre un ladrillito. Otras piezas se prestaban para exhibir toda clase de movimientos.
Muchos inmigrantes soltaron su instinto aventurero y caminaron por las zonas inmediatas al campamento. Algunos valientes llegaron a pie hasta Güigüe subestimando la presencia del sol radiante.
En el camino tropezaron con bodegas y quincallas que vendían de todo. Muchas botellas, mucha mercancía suelta en tambores y barriles abiertos, muchísimas latas de los más variados productos, una mortadela que no necesitaba refrigeración, etc., etc. Por cierto había neveras que funcionaban con kerosen, conforme se tenían lámparas y pequeñas cocinas a kerosen. Es así como las bodegas tenían los tambores de 200 litros para el despacho del kerosen. Mucha gente cocinaba con leña, especialmente la gene humilde en las casa de bahareque, donde tenían sus animales de corral, varias matas y flores, y colgando una que otra botella con remedios caseros. En un pequeño kiosquito cerca de la entrada principal del campamento El Trompillo se podían comprar las chucherías de moda para la época, todas conocidas pero no adquiribles en Europa por ser productos Made in USA. Me refiero los “chicles Adams” (solo dos sabores: menta y canela), el conocido rollito de los caramelos “Life-savers”, la “Coca-cola” (no vi a la Pepsi-cola), y cada uno de estos solamente costaba Bs. 0,25 (un medio). También ofrecía hojillas Gillette de las azules, cigarrillos Camel, Chesterfield o Lucky Strike importados (a Bs. 1,50 o 1,75, la cajita). No podían faltar los cigarrillos nacionales, creo recordar el Sport, el Alas y el Jonrón, entre otros que costaban la mitad del importado. Los había de tabaco rubio y del negro. Todos, absolutamente todos los cigarrillos venían sin filtro (si mal no recuerdo, el primer cigarrillo que vino al país fue el Vicerroy en 1952). Desde luego, que el kiosquito referido vendía chocolates Savoy de todos los tamaños. Por cierto no podía faltar la carterita de ron Santa Teresa, el rollo pegamoscas, el jabón azul “Las Llaves” en panelas, café, papelón, pasta de dientes u otros productos para uso diario. También era nuevo para nosotros, que la gente tomara refrescos y la cerveza muy fría.
Siempre se notaba la presencia de niñitos con pantalones largos, sin camisa, con o sin las típicas alpargatas. Curioseaban por el campamento, ofrecían frutas y esperaban a cambio algún regalito, otros se conformaban con un cruce de palabras o con participar en los juegos de fútbol o volibol que los jóvenes y a veces los mismos viejos practicaban en forma espontánea en el patio grande. La niñitas traían más bien alguna dulcería e igual que las mujeres adultas, tenían una vestimenta femenina sencilla y no usaban pantalones. Los lugareños eran de trato amable y ameno. Daba la impresión de un contacto desinteresado con los demás. Hago referencia a los muchachitos de pantalón largo, porque en nuestros países los adolescentes tenían su pantalón corto muchas veces hasta los quince años y a veces hasta más allá.
Como las noches sin o con poca luz se hacían largas y monótonas, se escuchaban a menudo personas cantando, acompañando las melodías con un acordeón de algún inmigrante. Mas de día recuerdo haber visto y escuchado a personas tocado el cuatro, cantando valses venezolanos. En vano fueron los intentos de tocarlos en mi sinfonía, en cambio los corridos mexicanos que se cantaban en el colegio Don Bosco interpretaba con facilidad.

ALGO DE LA ÉPOCA DE MI LLEGADA 
El aparato de radio estaba de moda; en comparación con los de hoy, aquellos tenían tamaños grandes. Funcionaban con tubos, el transistor no se conocía. En la mayoría de las casa sonaba durante todo el día, siendo un importante contacto con el pueblo. Los géneros musicales por preferencia fueron los boleros, las guarachas, los corridos mexicanos, los porros colombianos, entre una que otro interpretación venezolana. Esto me explicaron los alumnos en el colegio Don Bosco. Las cuñas comerciales eran cantadas, salían a cada rato y entraban rápidamente en el subconsciente del oyente. En aquellos años todavía no se conocía el radio portátil, grabadores, el fax, las computadoras y los teléfonos eran mayormente de magneto. Los operaba un telefonista en la oficina central, usando clavijas en un tablero. Cada teléfono tenía su clavija específica. No había teléfonos públicos internos ni externos en la calle, nada de tarjetas prepagadas ni llamadas directas a otras localidades, ciudades o países distantes. Para esto se disponía del servicio del telégrafo y uno que recuerdo vagamente con el nombre algo como “cable”. No debemos descartar que la comunicación cercana y de larga distancia por teléfono era a través de cables físicamente existentes entre los extremos, pasando campo abierto y sufriendo los castigos de la intemperie; lo cual requería recorrer toda la línea cuando ocurría una interrupción. No se conocía el televisor ni nada similar en cuanto a equipos de sonido, puesto que se usaba el gramófono o la vitrola (vitrola la de marca RCA); sonando discos de baquetita de 78 rpm. En ciertos sitio públicos se veía una “rocola”, un aparato de sonido con posibilidad de escoger el disco deseado, accionando la clavija correspondiente junto a la introducción de una moneda.
Las monedas pequeñas en valor, como el centavito o la puya (Bs. 0,05) y locha o cuartillo (Bs. 0,125) eran de aleación de níquel. Todas las demás monedas eran de plata. Circulaban a veces tan desgastadas, que no se distinguía el dibujo y las letras. Se identificaban por su tamaño. En vista de que en la vida cotidiana casera se manejaban términos como cuartillo, medio y un real para valorar el costo de una compra, resultó complicado para el inmigrante familiarizarse con la forma de pago. Claro está, que resultó difícil comprender, que la voz de “dos y medio” significaba Bs. 1,25.
La luz eléctrica era muy tenue, al entrar la noche, mejorándose gradualmente con el pasar de las horas. Muy importante es recordar el hecho que no se conocía ni se usaba el plástico, tampoco el nylon. El reciclaje organizado en países del norte no se había implantado en nuestros medios. No se usaban detergentes porque no se conocían, pero se lavaba con el jabón azul “Las Llaves”… Y sin embargo la gente vivía y convivía con lo que disponía.
En julio de 1948 tomé un tren a las 2pm de Valencia a Caracas, llegando a las 7 y media pasadas a Caño Amarillo. Fue un viaje muy folclórico, lleno de nuevas vivencias a recordar.



NOTAS FINALES
Permanecí en El Trompillo cerca de un mes. Luego entré como alumno interno al colegio Don Bosco en Valencia hasta el mes de julio de 1948. Eran muy frecuentes las salidas en grandes grupos los fines de semana o los días festivos. Conocí así el Zoológico de Maracay, la Laguna de Guataparo, la Granja de los Salesianos en la vía hacia Naguanagua, el Campo Carabobo, y gozábamos de las invitaciones a una que otra finca para pasar el día a la llanera. Es así como del mismo comienzo de mi estancia en Venezuela tuve contacto cercano a “lo nuestro aquí”. Por lo tanto no descarto, que de pronto hay cierta confusión en la cronología de algunos detalles reflejados en el presente relato.
Aprovecho también estas líneas para agradecer al Dr. Jorge Chmarin las frecuentes conversaciones sobre nuestra llegada a Venezuela.
Me permito terminar este trabajo sobre El Trompillo en 1947 copiando un escrito mío publicado en el diario El Universal el 9 de mayo de 1997 con ocasión de haber cumplido los cincuenta años de mi llegada. Dice así:
“CARTAS AL EDITOR
GRACIAS VENEZUELA
En 1997 se cumplen los 50 años de un histórico acontecimiento –significativo tanto para Venezuela como para sus protagonistas- ambas partes salieron beneficiadas. Me refiero a la llegada de las primeras tres embarcaciones de refugiados de la destruida Europa Oriental; la mayoría eran rusos, polacos, yugoslavos, húngaros, letones, lituanos y también uno que otro checo, estonio y búlgaro. Obedecía a un plan de ayuda de la Unrra. Llegamos a Puerto Cabello con el vapor General Sturgis y/o General Stewart, trasladados en seguida al campamento El Trompillo, cerca de Güigüe. De ahí se dispersaron los inmigrantes recibiendo cada uno Bs. 33,00 para iniciar su nueva vida con plena libertad. No teníamos recursos económicos y contábamos solamente con nuestro conocimiento y la esperanza de haber conseguido una nueva patria. Muy distintas eran las costumbres nuestras y no conocíamos el idioma español. Nos iniciamos bien, trabajando mucho, con espíritu de servicio, convirtiéndonos en participantes activos del proceso de modernización, industrialización y progreso del país, iniciado en los años 50. Nuestros progenitores, mientras tanto, ya no viven y los que llegamos como adolescentes ya tenemos hijos y nietos “venezolanos”. Nos hemos incorporado plenamente porque echamos raíces en este país el cual ha sido bueno con nosotros. “Viva Venezuela mi patria querida”.
Carlos Stohr – “El Checo”
C.I. 992.905
Venezolano desde 1953
En el año 2007 se cumplieron los sesenta años -la tercera edad y El Universal lo volvió a publicar en septiembre P.P.
“Como comentario expreso de nuevo mi especial contento por haber encontrado una nueva patria”, donde gozo de plena aceptación.
Carlos Stohr, C.I. 992.905, cronista gráfico de Margarita, hijo adoptivo y patrimonio cultural viviente en Margarita. Colegio de Ingenieros de Venezuela N° 3048
 

FUENTE :

http://www.codigovenezuela.com/

Reporte Especial : German Parra




9 comentarios:

  1. ¿Donde podría encontrar el listado de los inmigrantes que llegaron en esa fecha: 12 de diciembre de 1947?

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  2. Podrian indicar las coordenadas de las barracas de inmigrantes en El Trompillo?

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    1. Buenas hermano si quieres saber donde queda las barracas del trampillo esta en ruina lastima mi abuelo llego allí yo soy de allí te dejo mi número y te digo como llegar +573154818588 yo quiero saber más de mi abuelo en vista que ya no se mucho de su historia

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  3. sabe donde podria encontrar los listados de los inmigrantes?

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  4. Necesito saber listado de esos inmigrantes donde puedo conseguirlos? Le suena Josef Radkowski de origen Polaco?

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  5. Alguien a tenido acceso a la lista de migrantes que llego a puerto cabello?

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    1. Puedes encontrar los listados de los barcos en los archivos arolsen, yo encontré a mi abuela por allí

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  6. Esos listados deben estar en los archivos de un Isntituto que se creo para la inmigración. Trataré de conseguir información más precisa. Yo llegué en 1947, encaletado (en la barriga de mi mamá( con mis padres y una hermana nacida en Austria. Nos fuimos a Chivacoa, Yaracuy donde se estaba montando el Ingenio Azucarero Central atilde y allí fueron a trabajar varios inmigrantes que reclutaron en El Trompillo.

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  7. Alguna persona ha tenido acceso a alguna lista de los barcos que llegaron?

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